El niño de los sueños rotos

24.04.2018

Navidad de un nuevo siglo. Un día de lluvia, frío y temperaturas que congelan hasta el sudor.

Pero, pese a todas estas adversidades, es un día muy feliz para mucha gente, ya que un niño acaba de venir al mundo. Un niño con unos ojos increíbles, una salud tremenda y unos sueños que cumplir.

Las historias de la vida de una persona son como un cuento. Un cuento, que muchas veces se hace realidad y otras se convierte en sueños rotos.

Pero...¿de qué depende este cuento? ¿Nacemos con un cuento escrito o en cambio somos nosotros mismos los que con palabras y actos vamos completándolo?

La vida es un viaje, olvídate del destino y disfruta del paseo

El niño del que yo os hablaba tenía muchos sueños por cumplir, y cada vez que iba cumpliendo uno se iba desilusionando más y más y más...es decir, creció con todos sus sueños cumplidos, con toda su vida ya escrita y cuando cumplió la mayoría de edad se sintió totalmente vacío, sin un rumbo fijo en su vida.

¿Y qué nos ocurre cuando vemos que no tenemos ilusiones?

Pues que buscamos fuera lo que no encontramos dentro y cuando digo fuera, digo FUERA. Afecto de los demás, evitar la soledad o simplemente, dejarnos llevar por la vida sin un rumbo fijo y sin ilusiones.

Y vuelvo a una palabra, para mi la más importante...UN SUEÑO. Un sueño que cumplir, un propósito por el que luchar, una ilusión que vivir, una alegría por descubrir.

Hace poco conseguí hablar con ese niño para que buscase en su interior aquello que más le gustaba hacer, que buscase, que lo iba a encontrar. Que después de encontarlo, luchase, luchase con todas sus ganas pese a que al principio nadie se lo pondría fácil. Que aunque se caiga una vez, se levante, y que si se cae otra vez más, se levante aún con mas ilusión que la primera porque eso querrá decir que esta yendo por el camino adecuado. Que se acompañe siempre de buenas personas, que sólo, puede conseguir cumplir un sueño, pero acompañado puede cumplir todos los sueños imposibles. Que se lo merece, que se merece recuperar la ilusión, la magia y simplemente ser feliz.

Que de día mirase al Sol y que de noche mirase a las estrellas, que brillaba igual de noche y de día, que irradiaba una energía capaz de oscurecer hasta el miedo más profundo. Que la energía ni se crea, ni se destruye pero que podía transformarla en sueño y que ese sueño hablaría con el Sol, para que por un tiempo le dejase ser el centro del universo y que de esta forma todo girara en torno a él.

Y tras estas palabras, el niño se convirtió en adulto...

© 2018 Endika García García. Todos los derechos reservados.
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