El buscador

22.04.2018

Una vez conocí a una persona a la que le encantaba viajar. Era su pasión.

Un día cogió la mochila y se fue, se fue lejos, sin mirar atrás.

Conoció sitios increíbles y gente maravillosa pero me contó que sólo un lugar se le quedará grabado en su interior para siempre, un lugar llamado Kammir.

Se trataba de un pequeño pueblo y me dijo que nada más llegar, divisó una colina a la derecha del sendero que le llamó la atención. Rodeada de flores y con un color especial, entró en aquel lugar.

Empezó a caminar lentamente entre las piedras de los árboles y empezó a leer las inscripciones allí presentes...Abul, 3 años, 7 meses y 4 días...su cuerpo se sobrecogió...Lammar, 4 años, 3 meses y 2 semanas...

Me comentó que en ese momento, se sintió muy triste y se sentó. Observó que el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba los 11 años.

De repente, el cuidador del cementerio se le acercó y le preguntó si lloraba por algún familiar. Le dijo que no y le preguntó que es lo que ocurría en aquel lugar, si había alguna maldición sobre esa gente, sobre esos niños...

Suspiró y necesito diez segundos para continuar su historia.

El cuidador le sonrió y le dijo que no había ninguna maldición, simplemente que tenían una vieja costumbre...cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta colgando del cuello, y es tradición que cuando uno disfruta realmente de la vida lo anote a la izquierda y a la derecha el tiempo que duro. ¿Conoció a su novia y se enamoro de ella? ¿Cuanto duró ese tiempo? ¿Sus hijos? ¿cuanto pudo disfrutar de ellos? ¿semanas? ¿días? ¿horas? ¿minutos?

Y que cuando alguien se muere, es costumbre abrir su libreta y sumar el total del tiempo disfrutado para escribirlo sobre su tumba...porque este es el único y verdadero tiempo vivido.

Cuando acabó su viaje y regresó a contarme esta historia, se dio cuenta que tenía sesenta años y apenas había podido anotar cosas en su libro, que siempre había pensado en el mañana, en vez de vivir el presente. Y recordó todos aquellos momentos pasados con toda la gente y los pocos momentos que había conseguir disfrutar.

Vivir la vida por una causa, no por el aplauso. Vivir la vida para expresar lo que tu sientes realmente, no para impresionar.

Con lágrimas en los ojos, me dijo que no cometiese su error. Que disfrutase de la vida. Que riese o llorase, pero de felicidad. Que cantase o gritase, pero de felicidad. Que haga simplemente lo que quiera, que no importase el que dirán, mientras yo sea feliz, pero que por favor viva el presente, que no mirase hacia atrás e intentase cambiar el pasado y que tampoco mirara el futuro, ya que únicamente tenemos que vivir el presente.

Que sólo tenía treinta años, si, sólo, y que me quedaban cosas maravillosas por descubrir y vivir pese a que pensara que ya lo había vivido todo. Que treinta años pueden ser mucho o pueden ser nada, que treinta años van cayendo uno detrás de otro sin darnos cuenta del día a día, que treinta años pasan volando para unos y son un escarmiento para otros, que treinta son simplemente, un número y que la vida no es un número, sino un momento.

Que todas las personas que han pasado por tu vida son para enseñarte una lección, que nadie es bueno ni malo, simplemente es la persona y el momento...que quién se queda te quiere y quién se va te ha enseñado cosas maravillosas. Que no recele de nadie, que confíe y que no tema en el mañana, que todo llega y todo pasa, que no es necesario sufrir, simplemente aprender, y que por favor, viva por dentro, porque sino eres capaz de vivir la vida con tu yo interior, no serás capaz de vivirla con nadie.

Que la vida siempre te da la mano, que muchas veces se la negamos por el que dirán, o porque preferimos buscar en otros, lo que simplemente no encontramos en nuestro interior. Que grite, que grite fuerte como sino hubiese un mañana. Y que luche, luche por mi sueño, que todos tenemos uno dentro, que unos lo descubren y otros dejan la vida pasar, pero que la libertad y la lucha por tus sueños son dos de cosas que van unidas de la mano. Y que les de la mano a ambas, que dos son escasez, pero en esta ocasión, tres no son multitud.

Que viva con soledad, que viva con libertad y que viva con un sueño, mi propio sueño. Que cuando se unen forman un tridente ilusionante, pero que junto a ellas puedes formar un cuarteto apasionante. Y que con esta pasión, algún día se unirá amor, para decirte porque antes no había llegado a ti, simplemente porque necesitaba formar un quinteto mágico para que seas feliz. 

Al contarme esa historia, me asome por la ventana, cerré los ojos y sonreí...

© 2018 Endika García García. Todos los derechos reservados.
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